Como escalofríos en las grietas,
en los bordes destruidos por tanto frío,
entre las criaturas inofensivas que me dan miedo,
huyendo de la nieve que me daña la retina con su intensidad,
atravieso mares de caos y desiertos de amor, 
me inundo de furia y me veo huracanes en el espejo.
Intento, constantemente intento.
Pretendo, casi siempre, pretendo.

Una vez llegue a un campo desolado de almas pero lleno de fantasmas,
arboles infectados de miedo y raíces que no querían crecer,
un cielo que no llovia ni alumbraba,
y miles de caminos sin salida ni comienzo.

Una vez llegue a un túnel tan oscuro que me sentí muerta,
en el silencio nisiquiera escuchaba mi respiración.
(quizás deje de respirar)
me inmovilizaba, me estrangulaba, me mutilaba la afilada soledad,
y me morí, casi seguro me morí.

Una vez llegue a un lugar que no conozco, 
ambiguo, sepia y bizarro,
me quede ahí por días eternos,
y cuando regrese, no me había ido a ningún lugar.